Comienza con un comentario sobre una modificación de la imagen del mundo que se está viviendo para la época, y la lucha que se ha entablado para darle una nueva forma. Las reflexiones del ámbito espiritual sobre el cambio, como las que hace la ciencia, se retraen a un segundo plano por sí mismas. Dentro de la conformación externa del mundo, las modificaciones que se dan en la mente del hombre y sus ambiciones, no son menos importantes que los acontecimientos aislados, que se consideran de gran magnitud. Está claro que las modificaciones que experimenta el espíritu de manera profunda y duradera son también de gran importancia para la estructura del futuro.
En su texto el autor pretende concebir su época desde un punto de vista insólito, e importante para la esfera científica y las distintas ciencias naturales que al parecer se van fusionando y tomando unidad entre ellas. Dice: “Hablemos pues de la imagen científica del mundo, y ya el hecho de plantear la cuestión es una confesión de que en épocas pasadas no siempre ha estado muy bien servidas”.
I
Comenzamos por considerar los comienzos de la ciencia al inicio de
Pocas décadas después ya el hombre de ciencia se imponía y su cometido se había transformado junto con su imagen del mundo. Con los primeros intentos de dar un orden y explicar la naturaleza por medio de las matemáticas se agudizó rápidamente la conciencia de la dificultad y de lo interminable de esta tarea. Los hombres de ciencia de principios del siglo XVIII ya no estaban al servicio de un “plan de creación divino” y sus desvelamientos, sino frente a u universo nuevo de extensión inmensa y sin confines. En las palabras de Newton: “Yo no sé que piensa de mí el mundo; pero a mi me parece que soy como un niño que juega a la orilla del mar y que se alegra de encontrar de vez en cuando un canto rodado más liso que los demás o una concha marina más hermosa de lo corriente, mientras el gran océano de la verdad permanece ante él inexplorado”.
En dicha época ya se había abierto el paso a la noción de “método” en las ciencias de la naturaleza, se exploraban los fenómenos en un territorio infinito; El método puede aplicarse a muchos problemas que la naturaleza nos plantea, a las relaciones singulares, y no a la comprensión de un nexo único. La mecánica Newtoniana abarcaba un sector del mundo asequible al campo de la experimentación; además estaba la óptica, esta por ejemplo no cabía tratar con los problemas de la mecánica directamente; en ninguna investigación de estas se hablaba de naturaleza animada. La mecánica constituía un modelo al que se ceñían para ordenar todas las otras ramas de las ciencias naturales; a su vez esta ordenación constituía una tarea inmensa.
Para los siglos siguientes se emprendió dicha tarea. En el siglo XVIII se lograron progresos decisivos para la comprensión de los fenómenos eléctricos, se sentaron las bases para la química moderna y varios descubrimientos astronómicos. Se captaron y ordenaron sistemas de experiencia sobre la naturaleza viviente. En el siglo XIX se llevó a la altura de la mecánica de Newton la teoría de los fenómenos magnéticos, eléctricos y del calor. En muchos otros campos de la ciencia, la investigación se hizo con una profundidad y amplitud superior a la del tiempo remoto.
La ciencia se disgregó en un gran número de campos parciales, cada uno con multitudes de problemas difíciles de dominar por un solo hombre. Esta es una nueva valoración de los conocimientos científicos, el especialismo, deplorado con frecuencia. “Mientras la fuerza impulsora de la investigación había sido antes la ambición de conocer el nexo causal que rige el universo con su totalidad, de llegar a penetrar el plan mismo de la creación, el orgullo del investigador auténtico se cifra luego en dedicarse amorosamente al detalle, en conocer y ordenar sistemáticamente los rasgos más finos de la naturaleza en un campo reducido”. También se evolucionó a una mayor valoración en la pericia del especialista, frente a la capacidad de penetrar en los grandes nexos. No existía una imagen científica de fondo unitaria del mundo, estaba seccionada en pequeños campos de especialidad.
La ciencia de la naturaleza había encontrado una meta común por medio del método científico, por lo menos todas las ciencias exactas se basaban en el modelo de la mecánica Newtoniana. Intentaban calcular el curso del mundo desde algunos datos determinados, en principio pocos científicos confiaban que este problema se aplicara a todos los campos. Este entendimiento de las ciencias se expone en la ficción de Laplace de “un demonio capaz de conocer todo el estado actual del mundo en todos sus elementos determinantes y que luego, mediante este conocimiento, de calcular todo el curso futuro del universo.
Había una meta en común de encontrar todas las leyes naturales que hicieran posibles los cálculos. La cuestión de si todos los fenómenos naturales podrían reducirse a las leyes de la mecánica seguía en pie, no se encontraban otros sistemas conceptuales independientes.
Las ciencias “exactas” se unificaron inspiradas en el modelo de la mecánica de Newton. Otros investigadores seguían atenidos a conceptos de diferente índole. En la mitad del siglo XVIII se difundió el vitalismo que hablaba de la independencia de las leyes de la vida de las de la física y la química. La “fuerza vital” se puso alguna vez en relación con los procesos eléctricos, igual se suponía a priori que todos los procesos biológicos partían de la materia animada, de una manera distinta al campo de la física. En la química los investigadores hablaban de las sustancias formadas en los organismos como algo fundamentalmente distinto de lo procedente de la naturaleza inanimada. En la filosofía natural del romanticismo se generaliza la idea de estas leyes de distinta especie, importantes investigadores intentaron en vano introducir en la naturaleza inanimada las leyes de los procesos vitales. Se resistían a explicarlo todo con “choques” y “golpes”. Pero estas ideas románticas no resistieron la seguridad y claridad de las ciencias “exactas”.
Se puede hablar de una unidad de las ciencias naturales como método en la mitad del siglo XIX. Wöler logró la síntesis de sustancias orgánicas a partir de materia inorgánica, convenciendo a los científicos de que en los procesos químicos del organismo se puede operar con las mismas leyes que rigen la naturaleza inanimada. Los éxitos de la hipótesis atómica fueron suficientes para que la química siguiera el modelo del método de la mecánica de Newton, se difundió la doctrina basada en el comportamiento de la materia basada en la mecánica de sus átomos. En el campo de la biología la teoría evolutiva de Darwin desplazó al vitalismo, basándose en los conceptos de causa y efecto y su análisis.
La imagen más o menos unitaria del mundo para aquella época estaba constituida por cosas en el espacio que se modificaban regularmente en el tiempo por acciones y reacciones. Las modificaciones operaban mediante movimientos en el espacio y se entendía también el movimiento interno de las partes y la modificación de las cualidades se debía a la retrotracción y el movimiento de los átomos. Una imagen del mundo que idealiza la realidad. En los esquemas ordenadores de tiempo y espacio se proyectaban los procesos y su desarrollo objetivo. En esta idealización se basa la mecánica de Newton, modelo metodológico de toda ciencia natural. Mediante esta imagen del mundo se fomentó el desarrollo de las ciencias naturales, pero en poco tiempo se advirtió que no se podían unificar las diferentes ramas; esta imagen idealista solo encajaba en algunas partes de las estructuras conceptuales y los problemas de las ciencias. El sistema conceptual de la química ya no se basaba mucho en la explicación mecánica, se basaba en la observación de las cualidades materiales. La biología se basaba en conceptos de otra índole como crecimiento, metabolismo y herencia. Los procesos psíquicos son los que abarcan el gran ámbito de la realidad, con estos no se podía hallar ninguna relación con esta imagen del mundo, es posible que por ello se halla empezado a hablar de la edición de loa vida espiritual en el campo de la ciencia, el arte y la religión. Una imagen del mundo que por ello era poco convincente como esta no logró impedir que la ciencia se dividiera en disciplinas con desarrollo autónomo, pero favoreció la evolución que permitió aplicar el pensamiento científico a fines prácticos. No se puede decir que esta evolución haya llegado a su fin, se abre el paso ya una unión de las ciencias según nuevos puntos de vista que se revela en el pensamiento de finales del siglo XIX con una imagen científica del mundo unilateral.
II
Del conocimiento de las distintas ramas de la ciencia que usaban el método nació el nuevo proceso de unificación de las ciencias naturales. Se logró fundir en unidad distintos campos de la física. Se comprobó que el calentamiento de un cuerpo se podía expresar con el movimiento de sus partículas más pequeñas y quedó claro que dos fenómenos físicos como el del calor y la mecánica estaban íntimamente relacionados, dos formas distintas de la misma realidad física. La teoría de Maxwell de los fenómenos eléctricos redujo la teoría de la luz a la de los fenómenos electromagnéticos. La luz resultó ser un proceso ondulatorio electromagnético, ya la óptica no era una rama independiente de la física, pasó a ser parte de la electrología y después un campo de la técnica. Dos disciplinas separadas habían pasado por donde seguramente habrían de pasar los campos parciales de las ciencias naturales: “durante largo tiempo es cometido de la investigación poner en claro las relaciones fundamentales que se dan en el campo especializado mediante experimentos y mediante su análisis teórico; en la medida ñeque se llega a la comprensión –aunque sea incompleta- de tales leyes puede ya la técnica tomar posesión del nuevo campo, y la investigación se dedica en buena parte a las aplicaciones prácticas”. Al hallar el texto completo de las leyes que afectan al campo en cuestión la labor del científico investigador es aplicar dichas leyes a problemas prácticos. La óptica referida a la teoría de Maxwell brinda resolución a las cuestiones fundamentales, el interés científico en este campo se concentró en la técnica, como la fabricación de instrumentos ópticos.
La física atómica pasó a ser un foco de interés científico desde comienzos del siglo XX. Desde sus orígenes en la antigüedad clásica esta disciplina se propone derivar de una raíz única todas las disciplinas físicas y químicas partiendo de las partes más pequeñas de la materia. La física atómica plantea sus problemas desde la siguiente consideración: “Las propiedades visibles de la materia, como la de ocupar espacio, la solidez, el color, el comportamiento químico etc., pertenecen por su naturaleza a lo macroscópico, pero no corresponden de igual manera a las más pequeñas partes componentes indivisibles de la materia, pues en caso contrario sería inconcebible que una misma materia pudiera existir en diferentes formas. Por tanto las partículas más pequeñas han de generar primero con su movimiento y con las fuerzas que ejercen unas sobre otras aquellas propiedades de la materia en lo macroscópico”.
El desarrollo de la química del siglo XIX proporcionó una base sólida a la hipótesis atómica. En un compuesto químico los átomos de diferentes elementos se coordinan en un grupo atómico representable geométricamente: La molécula es la parte constitutiva más pequeña del compuesto químico.
El problema de la física atómica desde otro punto de vista debía de parecer insoluble en principio. La química trata de propiedades que presentan particular estabilidad frente a todas las perturbaciones posibles. La estabilidad del comportamiento externo es extraña a los sistemas mecánicos. Para explicar la estabilidad desde la mecánica habría que idear hipótesis muy “peregrinas” sobre la estabilidad de los átomos.
Este resultó ser el problema cardinal de la física atómica y fue resuelto con la hipótesis de los cuantos de Max Planck en 1900. Cuando estudiaba la radiación de cuerpos calientes, Planck descubrió una extraña inestabilidad en el contenido de energía de los átomos. “Parecía que un pequeño sistema radiante sólo fuera capaz de valores energéticos discretos completamente determinados. Luego Rutherford basado en sus experimentos desarrolló la idea de que el átomo funcionaba parecido a un pequeñísimo sistema planetario donde el centro lo ocupa el núcleo de carga positiva y que constituye casi toda la masa del átomo, en torno al cual giran los electrones negativos. Bohr logré hacer comprensible la estabilidad de este sistema años después, sirviéndose de la hipótesis cuántica de Planck y se halló la forma matemática exacta de las leyes naturales que rigen la estructura del átomo.
Hoy en día la teoría cuantiíta de la constitución del átomo cumple con el cometido de los estudiosos de la física atómica. La teoría fundamentalmente permite calcular y explicar las propiedades de la materia en gran escala. Se ha conseguido calcular con mucha exactitud las propiedades físicas de muchas sustancias. De otras muchas sustancias, la teoría de los cuantos da una explicación, al menos cualitativamente, de su comportamiento. Se puede decir entonces que se ha llegado a una ciencia que corresponde con la mecánica celeste de Newton; Se pueden calcular cuantitativamente las propiedades de la materia siempre que la complicación matemática no impida la resolución práctica del problema.
Se ha renunciado a la idea de la realidad en que se basa la mecánica de Newton, la imagen del mundo del siglo XIX.
La teoría de los cuantos nos dice que un átomo no es algo formalmente asequible a nuestra incapacidad intuitiva como sí lo es un objeto de la experiencia cotidiana. Según esta teoría al electrón, componente más pequeño de la física atómica actual, no le corresponde en sí las propiedades geométricas y mecánicas mas sencillas, solamente en la medida en que por intervención externa se haga posible su observación. Diversas propiedades observables del átomo muestran su carácter complementario teniendo en cuenta que el conocimiento de una propiedad puede imposibilitar el conocimiento simultaneo de otra.
Esto tiene importantes consecuencias. En muchos ensayos se puede describir el comportamiento del átomo con los conceptos de la mecánica, las leyes de la mecánica clásica siempre dan una representación fiel de los procesos. Estas leyes son válidas en los procesos atómicos cuando cabe verificarlas directamente. En otros casos hacen falta conceptos distintos no mecánicos como el del comportamiento químico del átomo, no se plantean en absoluto las leyes de la mecánica. Mediante esta exclusión reciproca de las propiedades químicas y mecánicas, claramente expresadas en la formulación matemática y las leyes cuánticas, se da paso a la estabilidad mecánica de los sistemas atómicos, que desde su peculiaridad brinda una base para comprender el comportamiento de la materia macroscópica.
Advertimos entonces la seguridad y conclusividad de las teorías clásicas y su validez dentro de su sistema conceptual, de otro lado el modo en que la naturaleza da cabida a relaciones de distinta especie, impidiendo la perturbación que va unida a la observación mediante el experimento, formándonos una imagen intuitiva completa del átomo. Este ya no puede objetivarse como algo en el espacio que se modifica en el tiempo y susceptible de indicación. Solo cabe objetivar los resultados de las distintas observaciones, los cuales nunca dan una imagen intuitiva completa. La idea de la realidad en que se basaba la mecánica de Newton era demasiado angosta y fue sustituida por algo mas basto.
Nuestros procesos de observación se han desarrollado, antes la física consideraba derivados los procesos accesibles a nuestros sentidos y lo explicaba por los procesos en lo pequeño; ahora sabemos que los procesos accesibles a nuestros sentidos son objetivables, desde que los hechos atómicos no siempre se representan en espacio y tiempo. Esta subversión del orden de la realidad posibilita ensamblar el sistema conceptual químico con el de la mecánica sin contradicciones. Mediante la teoría atómica la física y la química han quedado unificadas en una gran ciencia, esto tiene sus repercusiones prácticas en las diferentes ramas de la ciencia y ha influido en la imagen científica del mundo.
Se puede pensar a partir de este cambio que la química halla tenido mucho auge por la resolución práctica que le brinda la física atómica y sus repercusiones. Pero la química ya había entrado en la fase de las representaciones prácticas y había desprendido de la indagación de las leyes generales. La cuestión de la naturaleza de las fuerzas químicas que fuera problema central de la química había pasado a un segundo plano. La teoría atómica hubiera tropezado en muchos casos con dificultades matemáticas insuperable. La teoría física atómica moderna sólo ha influido en campos especiales de la química y va resultando clara la utilidad de las nuevas ideas en cuestiones de carácter general. La física atómica a dado resultados mas exitosos en la astrofísica, muchas cuestiones de esta solo han sido posible abordarlas mediante la física atómica, por ejemplo la producción de energía al interior de las estrellas.
Terminamos por preguntarnos acerca de las repercusiones de la física atómica en los problemas fundamentales de la imagen física del mundo, el concepto de realidad por el que se llego a la unidad de las ciencias naturales no ha sido reconocido en todas partes sin discusión. En muchos casos las ciencias particulares se resisten por no sacrificar las concepciones de la realidad heredadas y acreditadas, en pos de una unidad superior, “Oponiéndose también por algunos sistemas gnoseológicos en los cuales no había lugar a priori para la nueva situación gnoseológica en que nos pone la naturaleza en los procesos atómicos”.
No hay que temer por la suerte de la unidad recién conquistada a causa de estas resistencias que no se dirigen contra los resultados sino contra sus interpretaciones. En
Es acertado adaptarse a las nuevas formas de pensamiento, a sus dificultades y preguntarnos que otros campos podemos abarcar todavía con ellas.
III
Hemos de tratar ahora de la biología, campo supraordinado a la física y la química. En esta se han dado hace largo tiempo dos doctrinas contrapuestas, la vitalista y la mecanicista. El vitalismo parte de la afirmación de que la relación de los procesos vitales se distingue fundamentalmente de las leyes fisicoquímicas por su naturaleza. Se basa en conceptos que no dan en la física ni en la química para el comportamiento de un organismo, como crecimiento, metabolismo, reproducción, adaptación etc. Se puede concebir que un comportamiento que da lugar a estos conceptos siguiera las leyes fisicoquímicas, pero el conocimiento de estas leyes no apoya esta hipótesis, desde el punto de vista de las leyes fisicoquímicas los organismos son formaciones improbables, “como lo sería un cristal desde el punto de vista de la física clásica aplicada a electrones y átomos”.
Los defensores de la concepción mecanicista se oponen a la autonomía de la vida, advierten que los procesos orgánicos se desarrollan siempre con arreglos a sus leyes, y que aparte de estas leyes no queda lugar para nexos de otra naturaleza siempre que la fisicoquímica determine por completo el comportamiento de la materia. En el siglo XX se ha obtenido extraordinarios progresos en la explicación fisicoquímica de los procesos orgánicos. Algunos son, el recambio calórico en el organismo, los procesos eléctricos en el sistema nervioso, la química de las sustancias activas etc. A favor de las leyes fisicoquímicas están las experiencias que se han recogido al aplicarlas en la sustancia viva. Estas leyes no dejan espacio para otras de otra clase, y no supone diferencia alguna a la teoría de los cuantos en la que desempeñan un gran papel las leyes estadísticas. Aparentemente subsiste una contradicción entre los procesos singulares orgánicos que explican por completo la física y la química, y los rasgos característicos de los procesos vitales en conjunto.
El problema planteado se puede ver de otra manera si se parte del pensamiento de la teoría de los cuantos, y se toma como modelo la situación gnoseológica de la física atómica, como lo hizo Bohr. La teoría de los cuantos en sus inicios contiene una aparente contradicción entre la física clásica y los procesos químicos, la física clásica determina completamente el comportamiento de un sistema partiendo de sus condiciones iniciales, lo cual se puede verificar; los procesos químicos llevaron a formar conceptos que no tenían que ver directamente con la física clásica. La contradicción se resolvió al comprobar que el conocimiento exacto de una situación descriptible mediante conceptos químicos deja a un lado el conocimiento exacto de los datos mecánicos. Por ende, esta exclusión se realiza automáticamente y según las leyes naturales con la perturbación inevitable propia de la observación. De una manera análoga, en la biología se puede pensar en la posibilidad de excluir el conocimiento exacto de todos los datos físicos relativos a enunciados como “Una célula vive”. El modelo metodológico de la teoría cuántica manifiesta la imposibilidad de una contradicción lógica entre la tesis fundamental de la concepción mecanicista, pues según esta “En la naturaleza animada son válidas sin reservas las leyes fisicoquímicas”, en cambio el vitalismo afirma la autonomía de la vida.
Pero entonces, hasta donde los procesos vitales se pueden explicar por la fisicoquímica y en que medida se pueden formular regularidades de otra especie, este es un problema sin resolver; la investigación se ha orientado hace décadas a buscar la solución en un territorio fronterizo. El comportamiento microscópico del organismo no se presta al estudio de este problema, toda ves que o las condiciones fisicoquímicas presentan una gran complicación o, cuando se puede abarcarlas, el comportamiento observado es obviamente fisicoquímico. Para el organismo en lo macroscópico. El problema adopta siempre la forma: “¿Por qué se ha originado precisamente esta complicada estructura?”Esta cuestión desemboca en la frontera entre la biología y la química de las macromoléculas, desde el problema del crecimiento, la división celular, el desdoblamiento de los cromosomas y de los genes.
De esta manera se aprovechan los conocimientos de la física atómica moderna con su contenido, y adquieren importancia las especiales características epistemológicas de la física cuántica. Hay casos en que las regularidades estadísticas de la teoría cuántica adquieren importancia práctica para el comportamiento de los seres vivos, como es el caso de las investigaciones genéticas sobre la frecuencia de las mutaciones.
En la frontera entre la química de la albúmina y la biología de los átomos. Primero se debe explorar profundamente el sistema conceptual fisicoquímico a fin de comprobar como se puede describir con el los procesos vitales. El “Respeto a la vida” es parte de la actitud de investigador concienzudo al encontrar una barrera puesta por las leyes de la naturaleza, la ciencia no hecha al olvido las otras facetas del proceso biológico de las que parte el vitalismo. Las otras ramas de las ciencias biológicas que se ocupan de aspectos característicos del proceso vital se aproximan mas a la comprensión de las ciencias naturales exactas, gracias al cambio en el orden de la realidad que se ha operado en la teoría de los cuántos. Así se trazan vínculos conceptuales en la frontera entre campos científicos que hasta ahora son completamente distantes.
Gracias a la evolución de las últimas décadas, la biología, la física y la química resultan mas estrechamente coordinadas entre si. No podrá efectuarse una verdadera síntesis entre estas ramas del saber si no se precede de una aplicación realmente fundamental de nuestros conocimientos sobre los procesos vitales. Actualmente parece abrirse camino una unidad de método que no pretende explicar todos los hechos con el modelo de la mecánica newtoniana. Con el desarrollo de la física atómica las nuevas formas de pensamiento tienen la suficiente amplitud para dar cabida a las diferentes facetas del problema de la vida y las direcciones de investigación unidas a estas.
Con esta unidad en punto a método es suficiente para justificar la expresión “Unidad de la imagen científica del mundo”. Esta en principio debe abarcar todos los ámbitos de la realidad y asignar un lugar determinado a cada uno. Por no haber cumplido este postulado se habían manifestado deficiencias de la imagen del mundo inspirada en la física clásica, pues en esta las esferas espirituales aparecían como el polo opuesto de la realidad material. Una armazón conceptual muy rígida cerrada a experiencias nuevas y de índole distinta.
El orden de la realidad de la física atómica, por el contrario, objetivaza los fenómenos sin exigir una “Cosa en sí” detrás de ellos descriptible en términos corrientes, esto brinda la posibilidad de hacer valer sistemas conceptuales distintos.
Al comprender la situación gnoseológica de la teoría de los cuántos nos hemos encontrado en otra posición respecto al problema del lugar que puedan ocupar en nuestra imagen científica del mundo los ámbitos de la “Conciencia” y el “Espíritu”. La imagen del mundo de la física clásica basaba todos sus conocimientos de la realidad objetiva de los procesos en tiempo y espacio con un desarrollo independiente de los hechos psíquicos obedeciendo las leyes naturales que se refieren a procesos “Objetivos”. Los procesos psíquicos parecían un reflejo de la realidad objetiva en una esfera completamente distinta, separada por un abismo insalvable del mundo de los procesos espacio-temporales. Con la mayor riqueza de saber positivo y el refinamiento de la técnica de observación, la ciencia moderna se ve obligada a revisar sus bases gnoseológicas y se ha convencido de que no puede existir una base tan sólida de todo conocimiento. Con el deseo de objetivar en la mayor medida posible la idea del mundo en tiempo y espacio se incurrió en una idealización de la realidad. La teoría cuántica se sirve de otra idealización menos obvia que no responde igual a nuestro deseo de objetivación, pero brinda la posibilidad de aprender en totalidad las leyes con arreglo a las que se desenvuelven los procesos químicos. En la representación de la realidad de la física clásica los procesos no podía retrotraerse a procesos físicos operados en las partículas mas pequeñas “Hoy nos aprestamos a volver a encontrar en otros cuadrantes aquella peculiar relación complementaria entre los distintos campos de la realidad”.
No se puede suponer el establecimiento de proporciones tan sencillas como, la biología es a la química como la química a la física. Al pasar de un campo de la realidad ya comprendido a otro no explorado hay que dar siempre un paso completamente nuevo, que no es mas fácil que el que llevo de la física clásica a la teoría atómica.
Ahora, teniendo esto presente se nos hace más comprensible que el hecho de que con los procesos vitales también haya nuevos ámbitos de la realidad: La esfera de la conciencia y la de los procesos psíquicos. “No esperamos que haya una ruta intelectiva que conduzca directamente del movimiento de los cuerpos en el espacio y en el tiempo a los procesos anímicos, por que también en las ciencias de la naturaleza hemos aprendido que la realidad se descompone primero para nuestro pensamiento en estratos separados, que, por así decir, están vinculados entre sí en un espacio abstracto situado a espaldas de los fenómenos”. Sabemos mejor que los científicos de tiempos pasados que no existe un punto de partida seguro para todos los campos de lo cognoscible, sabemos que de algún modo, todo conocimiento se cerne sobre un abismo sin fondo; “que siempre hemos de empezar por el medio a hablar de la realidad sirviéndonos de conceptos que sólo con el uso cobran paulatinamente un sentido más neto, y que hasta los sistemas conceptuales más rigurosos que cumplen todos los requisitos de precisión lógica y matemática sólo son ensayos de orientarnos a tientas por campos linitados de la realidad”.
Ya no estamos en la situación de Kepler quien sabía que la ley que rige el universo se daba por la voluntad de su Creador, él con el conocimiento de la armonía de las esferas creía estar cerca de comprender Su plan creador. Pero, al atisbar que tenemos una gran ley en la que podemos ir cada vez más profundamente con nuestro pensamiento es la fuerza que da impulso a la investigación científica.
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